Éstos
han sido días de intentos fallidos. Llegamos al norte con altas
expectativas y las cabezas llenas de ilusiones. ¡Error! Y lo que
hemos encontrado es un jarro lleno de agua fría. Así es la vida. No
es diferente cuando viajas, algunas cosas salen bien y otras mal.
En
Mandalay nos reencontramos con una pareja de españoles, que nos
contaron que se habían enamorado de este país y ciudad. Empezamos
el viaje por Birmania con ellos, así que resultó curioso
encontrarnos en su final de viaje. “Esto sólo ha hecho más que
mejorar”, nos contaban, y coincidimos. Este país tiene algo
especial. Aborrecemos algunas de las cosas que han pasado y siguen
pasando aquí, pero al hablar con la gente, todo es amabilidad y
sonrisas. Jamás percibes en ellos, el dolor y sufrimiento que
seguramente aplasta sus almas por el anhelo de libertad.
En
Mandalay, aparte de compartir con Fer y Eva una de las mejores
hamburguesas a la birmanesa y compartir anécdotas de nuestros
viajes, tuvimos la suerte de asistir al festival de luna llena. Al
entrar en el templo, la escena ante tus ojos era espectacular. Habían
llenado el suelo de velas. Allá donde mirarás habían velas y
monjes, una visión de lo más mística.
De
Mandalay nos fuimos en pick up a
Pyin Oo Lwin. Este sitio es famoso por sus mansiones de la época
colonial y sus jardines.Pero a nosotros lo que más nos gustó fue su
temperatura, bastante más fría que la asfixiante de Mandalay y un
restaurante llamado Woodland. Fuimos un par de noches a cenar allí y
aunque es carísimo, para aquí, vale la pena. Tienen una comida
deliciosa, wifi de alta velocidad (todo un milagro en Myanmar) y
música en directo.
Después
de dejar que nuestro paladar recordara que es comer rico, decidimos
que ya era hora de volver a la acción; así que nos fuimos a Kyaukme
en tren. Sólo el trayecto, ya es una atracción en si mismo. Pasas
por el puente más grande de Myanmar, uno de los más grandes de Ásia
cuando se construyó. Ahora dicen que el tren debe ir despacio al
cruzarlo, para no sobrecargar la ya vieja estructura.
Kyaukme
es un pueblo donde sólo hay un hotel para extranjeros y varios guías
que te ofrecen trekings. Suponíamos que al ser un sitio poco
turístico: a) los precios serían más competitivos y b) los
trekkings serían más auténticos. Al final nuestras suposiciones
resultaron ser érroneas... ¡que raro! '¬¬ El guía, un estafador
en potencia, nos pedía más del doble que lo que pagamos en Kalaw,
sin comidas incluidas. La exclusividad se paga, pensamos. Tampoco
resultó ser así, porque luego nos contaron que el trekking sin más.
Así que... buena suerte, mala suerte... ¿quién sabe?
Además
Kyaukme es un sitio donde la comunicación llega a dificultades
inconcebibles y donde nunca sabes si lo que te dicen es la verdad o
si sólo te lo dicen porque es lo único que saben decir, o si
realmente estás entiendendo lo que te dicen, vaya el cóctel
perfecto para crear un ambiente Kafkiano. Coger el bus a Hisipaw fue
de risa. Allí estábamos Ixai y yo sentados en una supuesta agencia
de viajes o su versión birmana, sin saber si iba a llegar nuestro
bus, si sería un bus o un taxi y a que hora saldría verdaderamente.
Cuando preguntábamos, cada uno te respondía una cosa, lo que no
mejoraba nuestro ánimo. Pero finalmente, llegó un bus, a una de las
horas que nos habían dicho, así que ni tan mal. Una anécdota más
con la que aburriros a nuestro regreso. ;D
Nuestros
pasos siguen hacia el norte. Siguiente parada: Hisipaw.
¡Besos
y abrazos!
P.D.
: En Myanmar todos los hospedajes que quieran acoger a guiris, deben
tener una licencia especial.
Viajando en primera clase... ¿quién lo diría? ;P |
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