miércoles, 5 de diciembre de 2012

Koh Samed y Bangkok

Esta vez sí pudimos disfrutar un poco más de mi hermana y cuñado, y se agradeció estar en familia. Fue como un aperitivo a lo que nos espera en dos semanas y media... ¡Dos semanas ya! Como os podéis imaginar, tenemos sentimientos encontrados. Por un lado, la idea de volver a casa, nos encanta. Volver a ver a la familia y amigos, comer cosas ricas y no picantes, no tener que estar con la mochila a cuestas y con largos itinerarios de tren o bus cada pocos días, agua caliente y un sinfín de "lujos" más. Pero, por el otro, esta vida nos gusta. Conocer gente nueva, compartir experiencias con otros viajeros, regatear hasta conseguir el mejor precio, maravillarnos ante las mil maravillas que Asia ofrece, que nuestras máximas preocupaciones sean donde dormir y comer, emocionarte ante la perspectiva de ir a ver algo único, estar en la recepción del hotel jugando, mientras ves pasar a decenas de elefantes... Cosas así se echarán de menos.
Teníamos que volver a Bangkok el domingo para coger un tren a Chiang Mai, así que decidimos ir a pasar los días entre medio, a la playa de Bangkok "Koh Samed". Ésta es una islita que está a unas 4 horas de Bangkok, aunque una vez allí, te parece estar a mucha más distancia.
Tuvimos mucha suerte porque conocimos a una pareja francoinglesa, con la misma idea de viaje que nosotros: playa tranquila y alojamiento barato. Después de recorrer varios hoteles y huir asustados por los abusivos precios, encontramos un chollo. Un bonito y nuevo bungalow por unos 15€, a segundos andando de la playa, y en un sitio de lo más tranquilo. Los días pasaron, sin apenas darnos cuenta, bañitos en la playa, comidas ricas con vistas al mar, partidas infinitas al monopoly y parchís, y algún paseo para ver el atardecer, acompañados, como siempre en este tipo de ocasiones, de decenas de otros turistas. Como ya nos pasó en Bunaken, nos hemos relajado tanto, que nos hemos olvidado de hacer fotos. Os ponemos las pocas que tenemos, aunque si lo que queréis es tener un ataque de celos, googlear Koh Samed y llorar. ;P
Pero todo lo bueno se acaba, y esto no iba a ser una excepción. Después de unos días en el paraíso de la tranquilidad y el holgazaneo, volvimos al estrés y caos que cualquier gran ciudad envuelve. Volvimos a Bangkok, a sus olores, a su falta total de piedad por los pies limpios y a sus pesados vendedores. Pero bueno, no todo era malo. Pudimos despedirnos de la familia, ya que ellos acababan su tiempo en Bangkok, y recibimos aires nuevos. Para esta última etapa del viaje, nuestro amigo Rober ha decidido acompañarnos para vivir, en primera persona, la auténtica vida del mochilero. Ya lo dicen por ahí, ten cuidado con lo que deseas, no vaya a hacerse realidad. ;D
Nada más llegar, después de casi 24 horas viajando, el calor y humedad de Bangkok le sonrieron. La camiseta se le mojó de sudor, buscaba la sombra como desesperado y una coca-cola fresca se invocaba como necesidad. ¡Bienvenido al sureste asiático! ;)
Y para que el cansancio, cuando se apoderara de él, lo hiciera de forma masiva, le llevamos al mercado Chatupat. Éste es el mercado más grande de los vistos hasta el momento, y donde cualquier cosa, está en venta; y no en una, sino en varias tiendas. Andando por allí, pierdes la noción del tiempo y te olvidas del cansancio, tus ojos se pierden ante la ingente cantidad de objetos de todo tipo, color y función. Desde gusanos y langostas, hasta tiendas con infinitos objetos hechos de mimbre, pasando por obras de arte que emulan arañas gigantes. Todo lo que puedas imaginar y más, está a la venta aquí. Que suerte para nuestros bolsillos, que este mercado no esté en Barcelona, sino otro gallo cantaría.
Nuestros pasos se dirigen hacia el norte. Siguiente parada: Chiang Mai.
P.D.: Este post va con algo de retraso... 

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